La historia de la arquitectura en América Latina se inició, por primera vez, con un estudio metódico, a finales del siglo XIX. Entre los precursores que se interesaron en este tema se destacan Martín Noel (1888-1963), intelectual, arquitecto y político argentino, y George Kubler (1912-1996), estadounidense, el cual se distinguió por ser el primer arquitecto de habla inglesa que examinó las antiguas colonias ibéricas en América. A la generación de estudiosos nacidos en las últimas decádas del siglo XIX se opusieron los historiadores del siglo siguiente. Entre Noel y Kubler se encuentran pocos puntos en común: ambos estudiaron en Europa y al principio de sus carreras se ocuparono de los territorios del antiguo virreinato del Perú. Noel, desde el 1914, perfeccionó sus investigaciones en busca del origen de la arquitectura nacional, que reconoció en el periodo colonial del Alto Perú, como también en Cusco y Lima; es en la capital de Perú donde Noel tuvo la posibilidad de aplicar concretamente sus conocimientos de arquitectura antigua, a partir de la cual nació el estilo neocolonial que definió su obra: el inovativo proyecto para la Embajada Argentina (1928) que le sirviò de modelo para el Pabellón de la Exposición de Sevilla (1929). En el camino marcado por personalidades como fueron la de Martín Noel, los historiadores de la siguiente generación reconocieron una forma de trabajo académico, con metodología rigurosa y crítica; si embargo manifestaron sus desacuerdos con Noel y otros, los cuales estaban mas interesados a crear una arquitectura neocolonial que a preservar lo realmente colonial. Kubler, por su parte, comenzó estudiando principalmente la arquitectura mexicana, para luego abordar la cultura peruana desde un punto de vista de la expresión artística de inspiración precolombina. Tras el terremoto del 1950 en Cusco, siendo él considerado uno de los principales expertos de la arquitectura latinoamericana, estuvo encargado por parte de la UNESCO para que fuera a la antigua capital de los Incas, a evaluar los daños y elaborar un proyecto de reconstrucción de la ciudad. De hecho, no tenía muchos conocimientos de la zona andina a mediados de los años ‘40, como lo demuestra la correspondencia con Harold Wethey en 1946. El intervento de Kubler en Cusco provocó una animada polémica con todos los demás historiadores y aquitectos de la zona. En el 1950, cuando ocurrió el terremoto, el presidente de la UNESCO era el mexicano Jaime Torres Bodet (1948-1952), un gran admirador del estadounidense. Mientras tanto, los acontecimientos sociales y políticos contemporáneos de otros estados sudamericanos, como la Argentina, impidieron la partecipación de académicos más cercanos a la realidad peruana, entre ellos el propio Noel. A veces la escritura de la historia es condicionada por los hechos sociales y políticos de la época. Por este motivo Kubler tuvo también una fuerte discusiòn incluso con Mario Buschiazzo, el principal antagonista de Noel desde un punto de vista teórico. Se trataba de polémicas académicas, diferentes formas de entender el mundo y su pasado. Cusco fue causa de una contraposición entre ellos; hoy podemos decir que los arquitectos Sudamericanos tenían razón, pero Kubler representaba una mirada muy diferente al patrimonio, una vertiente de modernización que aún no había llegado al Perú. El asunto no era de temas, sino de métodos y teorías. Kubler consideraba la “fusión indoamericana” como un refejo de la España y la cultura local solo un minimo aporte. Al mismo tiempo negó la posibilidad de un Barroco Americano y más aún de la existencia del Arte Mestizo, aceptando con algunas dudas el fenómeno del sincretismo. Estaban en juego las aplicaciones de conceptos europeos a otro continente. Esta experiencia de Kubler en Perú le permitió de entender lo complejo de los procesos de aculturación en el continente y la imposibilidad de trasladar categorías formales de un mundo a otro. Eso fue para él un preaviso de la necesidad de cambiar mirada a la extrapolación de los estilos de la historiografía europea a la americana. La generación de Kubler, oponiéndose a la de Noel, mantuvo un rigor documental incluso más fuerte: para conocer la historia de la arquitectura era necesario abandonar el romanticismo así como las largas disquisiciones sin base científica y reemplazarlos por planos, fotografías, antiguos documentos de archivo, dibujos firmados, descripciones de viajeros y cronistas contemporáneos. Solo se tenìan en cuenta los datos exactos, todo lo demás no era útil. Sin embargo, lo que no se llegaba a entender era que no hay una sola forma de hacer historia y que la de cada uno de ellos era válida en sí misma, sin necesidad de descalificar al otro. Así se produjeron airadas polémicas como por ejemplo la del propio Martín Noel. Este último, que se asumía como hispanista y fue el principal propulsor del Neocolonial, de todos modos quería enfrentar el eclecticismo europeizante que imperaba de lleno. La definición de una identidad cultural fue siempre la premisa de su investigación: el estudio de la historia de la arquitectura como retorno a los orígenes de la propia cultura. Al contrario, Kubler puede representar el prototipo del investigador que analiza temas que aún no conoce por un interés puramente científico. Lo mismo que había empujado Enrico Tedeschi, recién llegado a Argentina desde Italia, a visitar el Cusco en 1949, antes del temblor. En su opinión, la Plaza de Armas de esta ciudad no era un “conjunto monumental”, sino un “monumento en su conjunto”, como son la plaza San Marco en Venecia y la plaza del Campo en Pisa. La continuidad “paisaje-ciudad-plaza” representa, según Tedeschi, la base de todo. Gracias al levantamiento arquitectónico de Tedeschi, hubo un “documento” que describía perfectamente lo que se había derrumbado; a pesar de esto, la reconstrucción surgió con un carácter colonial, pero diferente comparado con la configuración de la ciudad previa al temblor. En 1960 Noel publicó “El Cusco Virreinal”, Cuaderno XII de los Documentos de Arte Colonial Sudamericano, con un breve texto y muchas imágenes precedentes al 1950 no solo de los monumentos, sino también de los elementos del paisaje urbano, algunos de los cuales Kubler no había considerado importantes, por lo que fueron elimidados entre las areas a proteger. Noel y Kubler fueron muy diferentes entre ellos en muchos sentidos, sin embargo hoy siguen siendo emblemáticos de dos enfoques alternativos para el estudio de la historia de la arquitectura, ambos útiles para meditar sobre los posibles escenarios futuros de esta disciplina.
Martín Noel, George Kubler y sus diferentes enfoques en la historia de la arquitectura
Claudio Mazzanti
Primo
2022-01-01
Abstract
La historia de la arquitectura en América Latina se inició, por primera vez, con un estudio metódico, a finales del siglo XIX. Entre los precursores que se interesaron en este tema se destacan Martín Noel (1888-1963), intelectual, arquitecto y político argentino, y George Kubler (1912-1996), estadounidense, el cual se distinguió por ser el primer arquitecto de habla inglesa que examinó las antiguas colonias ibéricas en América. A la generación de estudiosos nacidos en las últimas decádas del siglo XIX se opusieron los historiadores del siglo siguiente. Entre Noel y Kubler se encuentran pocos puntos en común: ambos estudiaron en Europa y al principio de sus carreras se ocuparono de los territorios del antiguo virreinato del Perú. Noel, desde el 1914, perfeccionó sus investigaciones en busca del origen de la arquitectura nacional, que reconoció en el periodo colonial del Alto Perú, como también en Cusco y Lima; es en la capital de Perú donde Noel tuvo la posibilidad de aplicar concretamente sus conocimientos de arquitectura antigua, a partir de la cual nació el estilo neocolonial que definió su obra: el inovativo proyecto para la Embajada Argentina (1928) que le sirviò de modelo para el Pabellón de la Exposición de Sevilla (1929). En el camino marcado por personalidades como fueron la de Martín Noel, los historiadores de la siguiente generación reconocieron una forma de trabajo académico, con metodología rigurosa y crítica; si embargo manifestaron sus desacuerdos con Noel y otros, los cuales estaban mas interesados a crear una arquitectura neocolonial que a preservar lo realmente colonial. Kubler, por su parte, comenzó estudiando principalmente la arquitectura mexicana, para luego abordar la cultura peruana desde un punto de vista de la expresión artística de inspiración precolombina. Tras el terremoto del 1950 en Cusco, siendo él considerado uno de los principales expertos de la arquitectura latinoamericana, estuvo encargado por parte de la UNESCO para que fuera a la antigua capital de los Incas, a evaluar los daños y elaborar un proyecto de reconstrucción de la ciudad. De hecho, no tenía muchos conocimientos de la zona andina a mediados de los años ‘40, como lo demuestra la correspondencia con Harold Wethey en 1946. El intervento de Kubler en Cusco provocó una animada polémica con todos los demás historiadores y aquitectos de la zona. En el 1950, cuando ocurrió el terremoto, el presidente de la UNESCO era el mexicano Jaime Torres Bodet (1948-1952), un gran admirador del estadounidense. Mientras tanto, los acontecimientos sociales y políticos contemporáneos de otros estados sudamericanos, como la Argentina, impidieron la partecipación de académicos más cercanos a la realidad peruana, entre ellos el propio Noel. A veces la escritura de la historia es condicionada por los hechos sociales y políticos de la época. Por este motivo Kubler tuvo también una fuerte discusiòn incluso con Mario Buschiazzo, el principal antagonista de Noel desde un punto de vista teórico. Se trataba de polémicas académicas, diferentes formas de entender el mundo y su pasado. Cusco fue causa de una contraposición entre ellos; hoy podemos decir que los arquitectos Sudamericanos tenían razón, pero Kubler representaba una mirada muy diferente al patrimonio, una vertiente de modernización que aún no había llegado al Perú. El asunto no era de temas, sino de métodos y teorías. Kubler consideraba la “fusión indoamericana” como un refejo de la España y la cultura local solo un minimo aporte. Al mismo tiempo negó la posibilidad de un Barroco Americano y más aún de la existencia del Arte Mestizo, aceptando con algunas dudas el fenómeno del sincretismo. Estaban en juego las aplicaciones de conceptos europeos a otro continente. Esta experiencia de Kubler en Perú le permitió de entender lo complejo de los procesos de aculturación en el continente y la imposibilidad de trasladar categorías formales de un mundo a otro. Eso fue para él un preaviso de la necesidad de cambiar mirada a la extrapolación de los estilos de la historiografía europea a la americana. La generación de Kubler, oponiéndose a la de Noel, mantuvo un rigor documental incluso más fuerte: para conocer la historia de la arquitectura era necesario abandonar el romanticismo así como las largas disquisiciones sin base científica y reemplazarlos por planos, fotografías, antiguos documentos de archivo, dibujos firmados, descripciones de viajeros y cronistas contemporáneos. Solo se tenìan en cuenta los datos exactos, todo lo demás no era útil. Sin embargo, lo que no se llegaba a entender era que no hay una sola forma de hacer historia y que la de cada uno de ellos era válida en sí misma, sin necesidad de descalificar al otro. Así se produjeron airadas polémicas como por ejemplo la del propio Martín Noel. Este último, que se asumía como hispanista y fue el principal propulsor del Neocolonial, de todos modos quería enfrentar el eclecticismo europeizante que imperaba de lleno. La definición de una identidad cultural fue siempre la premisa de su investigación: el estudio de la historia de la arquitectura como retorno a los orígenes de la propia cultura. Al contrario, Kubler puede representar el prototipo del investigador que analiza temas que aún no conoce por un interés puramente científico. Lo mismo que había empujado Enrico Tedeschi, recién llegado a Argentina desde Italia, a visitar el Cusco en 1949, antes del temblor. En su opinión, la Plaza de Armas de esta ciudad no era un “conjunto monumental”, sino un “monumento en su conjunto”, como son la plaza San Marco en Venecia y la plaza del Campo en Pisa. La continuidad “paisaje-ciudad-plaza” representa, según Tedeschi, la base de todo. Gracias al levantamiento arquitectónico de Tedeschi, hubo un “documento” que describía perfectamente lo que se había derrumbado; a pesar de esto, la reconstrucción surgió con un carácter colonial, pero diferente comparado con la configuración de la ciudad previa al temblor. En 1960 Noel publicó “El Cusco Virreinal”, Cuaderno XII de los Documentos de Arte Colonial Sudamericano, con un breve texto y muchas imágenes precedentes al 1950 no solo de los monumentos, sino también de los elementos del paisaje urbano, algunos de los cuales Kubler no había considerado importantes, por lo que fueron elimidados entre las areas a proteger. Noel y Kubler fueron muy diferentes entre ellos en muchos sentidos, sin embargo hoy siguen siendo emblemáticos de dos enfoques alternativos para el estudio de la historia de la arquitectura, ambos útiles para meditar sobre los posibles escenarios futuros de esta disciplina.I documenti in IRIS sono protetti da copyright e tutti i diritti sono riservati, salvo diversa indicazione.